lunes, 27 de agosto de 2007

Madre

A todos muchas gracias por interesaros por el estado de mi madre. Hoy acabo de hablar con ella, y todo va a mejor. Excepto que es demasiado sufrida, quiere 'arreglase' antes que nadie, y la herida de la operación ha vuelto un poco atrás, pero siempre positivo, como diría Van Gaal.


En estas ocasiones, sobre todo en los momentos más preocupantes, uno siempre piensa en lo que la fogura de tu madre significa en tu vida y tu crecimiento como persona, profesional y padre. Aparte de recordar todos esos momentos que han marcado la relación madre-hijo, se hace un repaso de lo que has dejado de hacer (aún así, sigo siendo poco besucón).

Como uno ha salido hace poco de la tortura de llevar adelante un MBA, varios hijos, un trabajo, etc, viene que ni pintado la asociación del concepto de liderazgo con la figura materna. Y aquellos palabrejos que tanto utilizamos para 'adecentar' una presentación, se obtienen del día a día en el quehacer de una madre.

Asertividad. Gestión de equipos. Motivación. Coaching. Mentorazgo. Eso por el lado de Comportamiento Organizacional, o Dirección de Recursos Humanos (o de Personas, como ahora gusta hacer). Pero es que también lleva adelante esa función de Dirección Financiera (sobres para reunir cuando los ingresos son insuficientes favoreciendo el ahorro, gestión del M3, consumo, inversión, ), Gestión Emprendedora, ya sea en forma de financiación directa o en forma de indirecta o apoyo emocional al lanzamiento (es una parte importante de las tres F que financian las empresas), etc.

Gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No creo tener que descubrirte la inmensa suerte que has tenido, ¡¡sin buscarla!!, de tener una madre como hay muy pocas. En uno de estos aciagos días, una vez me preguntó el por qué tenía unos hijos tan cariñosos, tan entregados a ella y comunicándole por todos los medios sus cariños. Le contesté que no era más que una pequeña devolución del cariño con los que los había traído al mundo y volcado, en todos ellos, su amor mas grande.

Anónimo dijo...

Hace ya muchos años, vi una película, cuyo argumento relataba algunas de las muchas fechorías que cometieron los nazis con el pueblo judio. En aquella cinta, un matrimonio de esta religión, es arrestado y llevado a un campo de exterminio. Llega el momento en que, a pie del camión que los ha transportado hasta allí, son separados los conyugwes y en ese mismo instante, el marido le dice a su mujer que le perdone la falta de exteriorizar su cariño hacia ella, que siente en el alma no haberle dicho, repetidamente, durante esos largos años, lo mucho que la ha querido, el no haberle besado lo que hubiera tenido que hacerlo. "Mi caracter es así, perdóname, querida mía". Y parten ambos hacia los diferentes pabellones, de los que solo saldrán camino de la cámara de gas.
Mientras veía aquellas escenas, en la oscuridad de la sala de proyecciones, me reconocí en aquel personaje masculino, como el estúpìdo que siente ¿pudor? por manifestar abiertamente lo que quería a mi mujer. Y desde entonces procuré domeñar esa particular forma de ser y procuré exteriorizar mis sentiminetos. Lo malo es que, desde hace unos días, me sorprendo afecto de una sensiblería que me provoca y aboca a un amago de llanto, simplemente por oir o comtemplar alguna escena o noticia, que hasta ahora veia u oia sin pestañear. La edad y los avatares.